Mucha gente cuando le preguntan por su
infancia contesta sin dudar: “¡Uf! ¡Ojala pudiera volver a ella! A cuando tenía
6 o 10 o 13 años” o sin necesidad de ser
preguntado, cuando ven algún programa que les recuerda a las tardes en su casa
del pueblo viendo los dibujos o que sé yo: “¿Te acuerdas de eso? Pagaría por
volver a esos tiempos."
Bien, yo jamás de los jamases querría volver
a esos tiempos. La verdad es que no tuve una infancia exageradamente feliz. No
quiero decir que fue una infancia horrible porque tampoco quiero herir a mi
familia ni mucho menos entristecerlos, pero desde luego no la recuerdo con
excesivo cariño…
Gran parte de la culpa la tienen los niños. Efectivamente,
esos diminutos seres que son capaces de albergar tanta maldad en recipientes
tan pequeños.
Cuando yo iba al colegio, al principio,
siempre empezaba con ilusión. Mi mejor amiga, Marta, y yo, éramos inseparables.
Lo hacíamos todo juntas y lo pasábamos genial. Así que el principio de curso
era para nosotras una nueva oportunidad para crecer, evolucionar, aprender (éramos
empollonas como nadie y al menos a mí me encantaba estudiar) y seguir juntas en
todo ese proceso. Esa ilusión sólo duraba eso, el principio del curso. Bueno, y
los viernes también eran maravillosos, ya que significaba dos cosas: dos días
sin sufrimiento y aun mejor, dos días de jugar con Marta y Anna (mi otra mejor
amiga del mundo mundial y que sigue siéndolo, además de vivir puerta con puerta
J ). Y supongo, y espero, que a
estas alturas de la entrada os preguntéis: y ¿cómo puede ser que Olaia, niña
positiva, risueña 24h y amante de la vida pudiera vivir tan triste y amargada
por unos criajos? Pues os lo explicaré queridos lectores:
Siempre fui y soy una persona con carácter. Puede
que no siempre tenga claro qué es lo que quiero, pero cuando lo sé también sé cómo
lo quiero y me gusta que las cosas se hagan bien y dando el máximo para que
salga perfecto, creo que es lo que le debemos al mundo y a la vida en general.
Y no soporto la gente sin iniciativa ninguna. Personas que les preguntas qué
quieren hacer y dicen: “no sé…lo que tú quieras…” (Vale pues si no tienes
personalidad lo haremos a mi manera porque sino no avanzamos, ¡leches!)
Es importante que sepáis eso porque quería
deciros que por lo tanto en el cole ya era así, así que en los trabajos, exámenes
o cualquier proyecto que cayera en mis manos y donde la gente decía cosas como
lo anterior me ponía histérica e implosionaba en silencio. El problema es que
estuve toda mi infancia rodeada de niños incapaces de tomar decisiones por sí
mismos, de tener valor de equivocarse y rectificar, gente llena hasta los topes
de miedo a intentar algo más que quedarse esperando que alguien hiciera las
cosas por ellos. Personas que envidiaban a los que sí podían, a los que, como
yo, no teníamos miedo a fallar porque sabemos que el mayor error que podemos
cometer es no intentarlo, así que se dedicaban a intentar destruirme a mí y a
los que eran como yo.
A mí jamás se me habría ocurrido poner un
mote despectivo a alguien, y menos aun, para recalcar algún fallo físico. Ellos
en cambio se cebaban humillando. Recuerdo ver llorar absolutamente todos los días
a una niña de mi clase por los insultos y las burlas y recuerdo volver a casa
llorando y secarme las lágrimas a pocos metros de la puerta para que mis padres
no lo vieran. También recuerdo: “yonki” “chupa-chup” “saco de huesos”. ¡Hasta
una canción me dedicaron! Y hoy no paro de pensar, joder, tan importante y tan
inseguras las hacía sentir para llegar a eso…por lo tanto es que yo era ¡¡¡¡¡una
puta máquina!!!!! Jajaja Se pasaban los días pensando en mí, en cómo dañarme,
en cómo hacerme sentir mal, no hay otra explicación que esa. Era buena, sí
señor. Era tan genial que no lo soportaban muahahaha
En fin, en resumen: hoy me desperté un poco
vengativa. Bueno, más que vengativa, reivindicativa. Reivindico mi derecho a
ser genial y podéis envidiarme lo que queráis, pero ni se os ocurra dañarme,
porque ya no estamos en el cole…”y la vida es muy puta y yo me he vuelto mu
malo”…
Por cierto, para acabar dos cosas: la primera
es que muchas de esas personitas ahora dicen admirarme ;) y la segunda uno de
mis mantras: la violencia no es el camino y menos aun ataques “gratuitos”,
siempre hay que intentar resolver las cosas dialogando, sobretodo si es con
gente un nivel inferior a ti (en sentido de capacidad de entender y valorar
verdaderamente ciertas cosas de la vida).
Pero si te tocan tantísimo los huevos como a
mí… ¡¡PATEA AL NAZI!!