miércoles, 15 de febrero de 2012

De básculas y culpabilidades

Hace aproximadamente un año tuvo lugar esta conversación:

-No sé si será verdad pero me lo han dicho ya varias personas, ¿te estás muriendo?
-Y tú también no te jode. Pero cada uno a su ritmo.
-¿Sí? Ostia pues espero que no eh porque eres to’ buena chavala.

Un año después me vino a la mente y no pude evitar pensar en muchas otras cosas.

Que los niños suelen ser crueles creo es sabido mundialmente, pero que con más de veinte años lo sigan siendo creo que ya es pasarse.

En el colegio se aguantaban cosas como “saco de huesos”, “yonki”…ah y no nos olvidemos de “mi amiga chupa-chup”. Todo cosas que un adulto no sería capaz de decirle a otra persona para dañarla (o eso me gusta pensar) y a las que mucha gente llama “cosas de niños”. El problema es cuando el que las recibe también es un niño. Entonces dejan de ser palabras y se convierten en puñales que llevarás toda la vida clavados en la espalda. Que dejaran una herida que escocerá cada vez que quieras ponerte falda, tomarte la medicación en público o subirte a una báscula.

Y es que deberíamos medir más nuestras palabras y entender ciertas cosas. Como que está igual de feo llamar flaco que gordo a alguien. ¿Os habéis dado cuenta de lo mal visto que está cuando alguien llama gorda a una chica o le dice que debería hacer dieta y lo natural que se ve decirle a alguien que parece que vaya a desaparecer o que debería comer más? (ay si ellos supieran lo que se come o se deja de comer).

Lo peor son esos cumplidos-ataques gratuitos del tipo: ¿¿¿qué talla usas la 36??? ¿Tan pequeñísima? ¡Pero si ahí no cabe ni un melón!....”que envidia”
ZAS

O cuando se produce un bajón de glucosa de 40 y te dicen que comas más…tócate los pies…¿¿¿será un bajón producido por las 20UI de insulina rápida o será que el medio pollo que me he metido entre pecho y espalda está transformándose y mutando en insulina??? OH dios creo que debería ir al médico a que me revisen como metabolizo el pollo en mi organismo…

Así que animo a todas las personas flacuchitas que alguna vez han tenido ganas de estamparles un pollo crudo en la cara a alguien, que encima no sabe de qué habla, a que se pongan falda (los chicos si quieren también, no soy quién para juzgar nada), se remanguen los pantalones y griten a los cuatro vientos que ellos ¡¡¡pueden comer McDonald’s sin engordar!!! Y lo más importante…¡¡sin sentirse culpables después de hacerlo!!

Ahora si me disculpáis voy a ver con qué acompaño el costillar ;)

1 comentario:

  1. Con menos de 5 años, antes de ser diagnosticada (por tanto, sin tratamiento para mis graves problemas digestivo-intestinales), la jefa de la cuadri decidió llamarme "pedorra". Como era la más guay, todo el parvulario le siguió la bromita.

    En EGB, al volver de verano, morenita y más delgada que de costumbre (que ya era decir), era "la etíope". En 8ª las más megachachis de clase no me dejaban entrar en su vestuario porque "nosotras somos ya mujeres, tú todavía no tienes ni tetas".

    En COU, tras el trasplante, un gilipollas feo de cojones e imbécil perdido (lo tenía todo el mongolo de él) me dijo, con todos sus cojones "tía, te habrán arreglado los pulmones pero te han jodido el resto". A ver, subnormal profundo... si tú tomaras 40 de cortisona al día, estuvieras como un zepelin y tuvieras la cara como una tarta igual no tendrías las narices de retomar los estudios 3 meses después del trasplante, y encima aprobar (se quedó repitiendo curso)

    Llegó el verano, y era o quedarme en casa por la vergüenza, o disfrutar de la playa, cosa que no había podido hacer en años. Cada vez que me acercaba hacia la zona donde estaban los chicos de la cuadrilla (sí, se supone que mis amigos), oía un "auuuuuuh" en plan hombre lobo. Sí, el hirsutismo se apoderó de mí, pero yo sólo quería disfrutar después de mucho tiempo, y tenía que tragarme el palo que me daba mi cuerpo-de-zepelín-peludo.

    Después de año y pico o dos años me puse estupenda, con los kilos justos, ya sin cortisona, la diabetes muy controlada (que después desapareció durante un tiempo), sin pelos por todas partes (y menos mal que mi madre es esteticista, que ni tan mal lo llevaba), y todo volvió a su ser. Fue mi época golfilla, jeje (¡qué! que antes no pillaba nada porque me reprimía yo sola por una cosa u otra!)

    Ahora ya no tengo que preocuparme por bobadas de adolescentes o veinteañeros, pero así y todo, los 12 kilos que cogí hace unos meses gracias a la cortisona de los weslis (que están costando bajar un siglo), que empecé again y definitivamente ya con la diabetes, que me dieron unas pastillas para las migrañas que te daban un hambre atroz, pues he tenido que volver a oir ciertos comentarios, y sobre todo, los peores, esos que sabes que se están haciendo pero no oyes tú misma.

    Y ha llegado un punto que he acabado hasta la breva de dar explicaciones, porque tengo la playa debajo de casa y no la pisé en todo el verano por el complejo que tenía, y no quería quedar con nadie, pero llegó un día que... ¡tachán! empezaban las fiestas de Bilbao y yo no quería quedarme en casa, así que fui rezando no encontrarme con nadie (al revés que siempre), pero cuando vi que quienes de verdad me aprecian no me decían nada y encima me llamaban exagerada y me echaban la bronca por no haber salido antes, y que quienes me daban igual pues eso, me daban igual, ya cambié un poco el chip.

    Por más que expliquemos que nuestro cuerpo es complicado, que cualquier pastillada que nos metamos nos puede cambiar todo y por más que queramos que los demás tengan empatía, la tendrán quienes la tienen que tener. El resto, a Parla!

    Y ahora la gente ya controla más de tema trasplantes, medicación inmunosupresora, efectos secundarios y demás, pero aquí la menda, que no sabía ni lo que era eso... puff!!

    Y no sé si el post iba sobre esto o no, pero chica, que me he sentido taaaaan identificada que no he podido evitarlo.

    Y que un día de estos me tengo que poner a dieta, pero no acabo de decidirme porque me jode tantísimo tenerme que poner a régimen!!! ¿A régimen yo? ¿Yo que me he tirado toda la vida teniendo que comer a la fuerza y sin disfrutar jamás de la comida? ¡Que me dejen ahora tranquila! ¡Me voy a por un yogur griego, hala!

    Muchos besos Oli!!!

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