miércoles, 2 de febrero de 2011

Coge aire.

“Coge aire”, parece irónico repetirme eso todas las mañanas. Coge aire, porque no puedes pasarte el día entero encerrada en el baño.

Tu vida, es tuya desde que naces, y no puedes escoger otra. Nadie te pregunta si estás conforme, no te dan un anticipo de lo que será, no hay manera de saber qué pasará. Tampoco querría saberlo, sería aún más difícil o cometería el error de cambiar algo, por miedo. Sería un error, porque querer algo diferente podría trastocar el resto de mi historia. La gente que conozco, la familia, a mí misma…y no cambiaria nada de eso.

La vida no es justa o injusta, es la vida, sin más. A unos les toca quedarse en un plano y a otros en otro. A unos les toca andar en llano y a otros escalar montañas. Sinceramente, creo que es más emocionante la escalada.
 En la llanura puedes apreciar más o menos qué hay a lo lejos, “achinar” los ojos y adivinar qué te espera. En las montañas, en cambio, hay pendiente, laderas más fáciles de escalar y otras más complicadas. Puede hacer calor que te nuble la vista, o haber nieve que te haga resbalar y retroceder en tus pasos. Pero entre maleza, rocas y el sol de frente, poco puedes apreciar de la cima. Lo que hace que, la curiosidad por saber qué te encontrarás, te haga seguir subiendo, por mucho que la nieve, la lluvia o el calor te haga retroceder. Eso no quiere decir que todo el camino lo hagas con la misma ilusión de llegar arriba. Es inevitable hacer paradas, para descansar, respirar, beber agua y recapacitar si merece la pena la cima. Esas paradas suelen ser de tiempos variados. Tal vez unos minutos al día, unas horas. Tal vez te lleve una semana, o te pases 3 meses racionando las botellas de agua. Pero siempre hay que volver al camino. Porque si te acomodas demasiado, corres el peligro de deshidratarte, de quedarte sin agua, sin alimento y sin fuerzas para seguir. Por suerte, aunque pretendieras quedarte allí a propósito, siempre hay alguien que tira de tu brazo y te hace levantar, los que se ofrecen a llevarte a caballito a cambio de nada.
Y cuando llegas a la cima, puede que lo que encuentres sea increíble o no, pero el camino habrá merecido la pena. Porque durante el trayecto viste flores preciosas, probaste frutas exquisitas, bebiste el agua más refrescante y tuviste la mejor compañía posible.

Con todo eso, quiero decir, que todo está bien. Que pasará lo que tenga que pasar. Que tendré miedo, pero aceptaré las cosas. Aceptaré la nieve, la lluvia y el sol de frente. Me permitiré resbalar y volver a subir, y permitiré que me suban a caballito. Que no cambiaría mi vida si con ello arriesgara perder lo bueno que tengo. Y por supuesto que ojala, ojala, me quede poco para llegar a la cima. Donde poder descansar, darme una ducha, respirar, contemplar las llanuras a lo lejos y sonreír.


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