jueves, 24 de febrero de 2011

Cada segundo, os lo dedico.

Cuando eres pequeña te intentan explicar que tienes una enfermedad genética y degenerativa, que pasarás tu vida dependiendo de pastillas, goteros, aerosoles, operaciones..que todos se volcarán en ti, te cuidarán y conseguirás llevar la vida de la mejor forma posible. Pero a ti, te da igual. Te asustas, no entiendes nada y piensas "pero si no me encuentro tan mal". Los años pasan y vas comprendiendo lo que te habían explicado. Y te enfadas. Casi culpas a los que te dieron la notícia. Gritas, lloras, tiras la comida al suelo, sigues gritando y creces. Te haces fuerte. Decides combatir la enfermedad con todas tus fuerzas, ganándole terreno. Y consigues pasar unos años realmente buenos, sintiendo que tu cuerpo es tuyo, tus pulmones son tuyos, tus piernas...les ordenas correr y lo hacen, no se cansan, no se quejan, sólo corren hasta que les des la orden contraria. Y coges aire, agotada, sudando, nunca te habías sentido mejor...
Pero un día algo cambia, sin que tú puedas controlarlo, dentro de ti. Empiezan los viajes corriendo al hospital, los tratamientos cada 2 meses, los dolores, la fatiga, la dichosa sangre y la fiebre constante. Todo va mal y encima estás de mal humor. Te dan notícias horribles, insultas a un par de fisioterapeutas, te operan, insultas a un par de médicos, te dan el alta y vuelta a empezar. Vuelves a casa, casi te parece que de otro país, no reconoces tu habitación, no te gusta tu cama. Te miras al espejo y no ves nada. Sólo un cuerpo magullado, cortado y cosido. Buscas tu propia mirada y te dices a ti misma que sigues ahí dentro, que todo irá a mejor.
Pero nada va a mejor, vuelven los ingresos, la sangre, los dolores...y entonces, decides convertirte en otra persona. Bromeas sobre el tiempo que llevas encerrada, coleccionas pulseras de identificación, te ríes de tu reflejo en el espejo, mantienes conversaciones con las infecciones de tu cuerpo y cuelgas fotos por la habitación, para recordarte que fuera de esas cuatro paredes eres alguien más que el 2230260.
Y respiras, lo poco que puedes hacerlo, y sonríes. Sales al pasillo dispuesta a hacer amigos. Y más que amigos, encuentras una familia. Y las encuentras a ellas. Son como tú, todas más o menos habéis pasado por lo mismo. Te enamoras de su valor, de sus sonrisas, de su ánimo y sus ganas de vivir. Desde ese momento las noches son el mejor ratito en el hospital. Las charlas, las risas...
¿Lo mejor? que no acaba ahí...que aunque estés en casa las sigues sintiendo cerca. Y sigue siendo su voz la que te calma y te da fuerzas. La que te hace sentir orgullosa de quien eres. Porque no cambiarías jamás los dolores, operaciones e ingresos, si con ello perdieras su voz, si te arriesgaras lo más mínimo a no conocerlas, a no oirlas reir o estar con ellas cuando necesitan llorar.

Gracias por hacerme sentir parte de algo tan grande.
Para mis niñas; Carolina, Rebeca, Rosario y Lorena.

domingo, 20 de febrero de 2011

Anormal

Es normal, supongo que es normal. Que la gente se pierda, se asuste, que no sepa qué hacer, qué decir. Que llore, que dude, que se esconda, que la cague...lo que no es normal es no dejar que te busquen, no pensar lo suficiente qué hacer o decir, hacer llorar, esconderse y no enfrentarse, cagarla y no pedir disculpas, no aprender...
Que la vida está muy cara para andar con chiquilladas. Que no merece la pena. Que los que de verdad te quieren son los que se quedan. Los que no pretenden enfrentarse a las cosas por ti, sino que se quedan detrás, por si alguna vez retrocedes por cansancio, y te empujan hasta que no les quedan fuerzas. Los que cuando dicen "te quiero", lo dicen de verdad. Y se alegran cuando te levantas cada mañana. Por ellos sigues adelante.

sábado, 19 de febrero de 2011

:)

Ven por favor. Acércate. Quédate a mi lado. Coje mi mano y aprieta fuerte. No te sueltes. Y acompáñame en este paseo por la esperanza. Tan sólo quiero sentirte, nada más...No quiero que te arresgues, ni que te dañes. No quiero formar parte de tu familia, ni ser tu amigo. Ni quiero que me tengas lástima, ni que intentes curarme. Solamente me gustaría compartir contigo mi ánimo, mis emociones, mis deseos...Que me abraces en momentos de debilidad. Que me sonrías en momentos de tristeza. Que me trasmitas energía. Que me levantes si alguna vez me caigo...Y que te alegres por mí siempre, sabiendo que soy feliz de tenerte a mi lado luchando juntos contra mi enfermedad.

jueves, 17 de febrero de 2011

Sonríe, sólo así, moverás mañanas sin Sol.

Un dia te levantas y no apetece que brille el Sol, no te apetece sentir el viento, odias que los pájaros canten y que la gente aparente ser feliz. Sólo quieres que se pare todo, que el mundo dedique un minuto a pensar en algo más que en él mismo. Que todo el mundo se calle y sólo oir el sonido de tu respiración, una respiración entrecortada, forzada, angustiada. Sentir tu corazón palpitando, retumbándote en la cabeza, vibrante. Necesitas desaparecer, gritar bajo el agua. Necesitas respuestas, pero no haces las preguntas. Tienes demasiado miedo a todo, y en cambio a nada. Te pasas días asimilando y al final, cuando está todo aceptado, sigue sin pasar nada. Sigues esperando, sin saber qué será de ti mañana, si una tosida fuerte lo cambiará todo, si de nuevo algo hará click y cambiará el sentido de tu historia...y en realidad, no te importaría que lo hiciera, sólo quieres que pase algo y que pase ya. Sea bueno o malo, lo que tenga que pasar, pero que llegue ya. Harta de no ver nada de tu vida futura, no imaginarte haciendo nada más que esperar y desesperar.

El cansancio invade tu cuerpo y nubla tu mente. Echas de menos a los que lucharon como tú, y se fueron. Llegas incluso a sentirte furiosa porque te dejaron sola, pero a los minutos sólo eres capaz de echar de menos su sonrisa, su compañia, su mal humor y su cabezoneria. Su fuerza para aguantar el dolor más insufrible las veces que haga falta. Y te trasladas a ese día horrible una y otra vez, y deseas volver y hablar con ella, despedirte. Te enfadas porque no quiso decirte que se iba, porque dejó que pensaras que seguiriais hablando. Porque no te dio tiempo a decirle cuantísimo la querias. Así que optas por decírselo cada día desde que ya no está. Y luchas, aunque una parte de ti se fuera con ella. Luchabais por lo mismo, y sólo quedas tú. Mirando de frente al dolor y a la muerte, sin vacilar, sin pestañear. Sabiendo que si dudas un segundo de querer seguir aquí, te llevará.
No puedes permitirte flaquear. Está permitido llorar, gritar, insultar y blasfemar, siempre y cuando, al acabar, te levantes queriendo ver brillar el Sol, apeteciéndote salir a la calle a sentir el viento, oir los pájaros y recordar que, por mucho que estas 4 paredes te coman, sigues estando viva.



Tu mirada nos hace fuertes.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Coge aire.

“Coge aire”, parece irónico repetirme eso todas las mañanas. Coge aire, porque no puedes pasarte el día entero encerrada en el baño.

Tu vida, es tuya desde que naces, y no puedes escoger otra. Nadie te pregunta si estás conforme, no te dan un anticipo de lo que será, no hay manera de saber qué pasará. Tampoco querría saberlo, sería aún más difícil o cometería el error de cambiar algo, por miedo. Sería un error, porque querer algo diferente podría trastocar el resto de mi historia. La gente que conozco, la familia, a mí misma…y no cambiaria nada de eso.

La vida no es justa o injusta, es la vida, sin más. A unos les toca quedarse en un plano y a otros en otro. A unos les toca andar en llano y a otros escalar montañas. Sinceramente, creo que es más emocionante la escalada.
 En la llanura puedes apreciar más o menos qué hay a lo lejos, “achinar” los ojos y adivinar qué te espera. En las montañas, en cambio, hay pendiente, laderas más fáciles de escalar y otras más complicadas. Puede hacer calor que te nuble la vista, o haber nieve que te haga resbalar y retroceder en tus pasos. Pero entre maleza, rocas y el sol de frente, poco puedes apreciar de la cima. Lo que hace que, la curiosidad por saber qué te encontrarás, te haga seguir subiendo, por mucho que la nieve, la lluvia o el calor te haga retroceder. Eso no quiere decir que todo el camino lo hagas con la misma ilusión de llegar arriba. Es inevitable hacer paradas, para descansar, respirar, beber agua y recapacitar si merece la pena la cima. Esas paradas suelen ser de tiempos variados. Tal vez unos minutos al día, unas horas. Tal vez te lleve una semana, o te pases 3 meses racionando las botellas de agua. Pero siempre hay que volver al camino. Porque si te acomodas demasiado, corres el peligro de deshidratarte, de quedarte sin agua, sin alimento y sin fuerzas para seguir. Por suerte, aunque pretendieras quedarte allí a propósito, siempre hay alguien que tira de tu brazo y te hace levantar, los que se ofrecen a llevarte a caballito a cambio de nada.
Y cuando llegas a la cima, puede que lo que encuentres sea increíble o no, pero el camino habrá merecido la pena. Porque durante el trayecto viste flores preciosas, probaste frutas exquisitas, bebiste el agua más refrescante y tuviste la mejor compañía posible.

Con todo eso, quiero decir, que todo está bien. Que pasará lo que tenga que pasar. Que tendré miedo, pero aceptaré las cosas. Aceptaré la nieve, la lluvia y el sol de frente. Me permitiré resbalar y volver a subir, y permitiré que me suban a caballito. Que no cambiaría mi vida si con ello arriesgara perder lo bueno que tengo. Y por supuesto que ojala, ojala, me quede poco para llegar a la cima. Donde poder descansar, darme una ducha, respirar, contemplar las llanuras a lo lejos y sonreír.