miércoles, 9 de mayo de 2012

Aquella mañana de julio

Después de tanto tiempo, cuando me llamaron aquella mañana de julio no podía dejar de pensar cuánto iba a cambiar mi vida, pero tenía claro que para ello iba a tener que  seguir luchando un poco más.
De camino a Valencia no podía dejar de sonreír y pensar que las demás operaciones y los cientos de ingresos iban a terminar por fin. Esta vez era la definitiva, esta vez lucharía por llegar a la meta de verdad.

Me costó. Tuve problemas digestivos que me destrozaban anímicamente, pues no conseguía tolerar nada de comida y me alimentaban por vía intravenosa. Muchos dolores y dificultades que me llevaron a quirófano de nuevo.
Y entonces decidí verme buceando en Hawai (¡luego cambié Hawai por Calpe!), corriendo maratones y trabajando como bióloga en un centro marino.

Inocente de mí, confiaba en que mis huesos se curarían por arte de magia al recuperar el aire que tanto me faltaba. La cortisona me los había destrozado y creía que todo cambiaría. Pero no fue así. Me dieron el alta y ahora mismo es cuando peor me encuentro a nivel óseo y es realmente frustrante. El dolor de rodillas y espalda es constante y hay días que es simplemente insoportable.
Podría quedarme en el sofá, y aunque hay días que lo hago, en cuanto deja de doler salgo. Salgo e intento hacer lo que mejor se me da: intentarlo. Lo intento siempre y así lo seguiré haciendo, porque poco a poco sé que mejoraré.

No puedo correr, pero lo hice. El primer día que llegué a casa salí disparada. Aguanté unos 40 segundos. Las rodillas dijeron basta y no he vuelto a correr. Claro que me da pena, no os imagináis cuanto ansiaba volver a correr, pero me he adaptado toda mi vida y lo volveré hacer.
No puedo forzar mis piernas, de acuerdo, pues forzaré mis brazos: estoy ahorrando para un kayak y pienso recorrerme playas y calas este verano. No puedo andar hasta las playas, vale, pues me sacaré el carnet e iré en coche. Y así con todas las cosas. Empecé a explotar todo lo que me gustaba que no supusiera un esfuerzo para mis rodillas. Volví a enamorarme de la fotografía, que me había salvado tantísimas veces en mi vida y pude apasionarme realmente por la cocina (¡sin pisar ningún cable de oxígeno!) y llegar incluso a pasar del hobby a algo más serio, como encargos de cumpleaños o catering para fiestas.

Decidí hacer algo que me gustaba, si no podía ser fuera de casa, me traería el trabajo a mi cocina. Recibo un pedido con unos 5 días de antelación. Hago un presupuesto, voy a la compra y me preparo. Un día antes o dos, dependiendo del tipo de encargo, me levanto bien temprano. Me encanta levantarme pronto, hacer los aerosoles, tomarme la medicación y tener todo un día por delante. Me encanta. Y me pongo a ello, me paso el día entre fogones y soy realmente feliz. Me canso mucho, eso sí, pero para eso están las sillas. Me siento, bebo, reposo y me vuelvo a levantar. Me tomo un enantyum y sigo adelante. Cuando envuelvo el encargo y lo decoro para entregarlo me siento realmente orgullosa, ya que antes me cansaba muchísimo más sólo con freír un huevo. Me doy una buena ducha, repito los aerosoles y disfruta del sofá, que me llama a gritos. Todo se trata de ponerle ganas, levantarte, seguir una rutina que se convierta finalmente en hábito y todo irá sobre ruedas.

Cuando iba a la universidad y estaba en el piso de estudiantes, por ejemplo, el horario y mi rutina me encantaba. Me levantaba a las 6:30. Hacía aerosoles, me ponía la insulina, desayunaba, me preparaba y a las 8:00 ya estaba en clase. A las 13h todos mis compañeros se quedaban juntos a comer y estudiar, pero yo no podía pasarme el día en el campus porque me pasaba factura físicamente. Me iba a casa a comer y descansar hasta las 4 y volvía a las prácticas hasta las 20h. Lo hacía y haré a mi manera, repartiéndome el tiempo para poder seguir yendo a hacer lo mismo al día siguiente.

Encontré mi equilibrio. Todo se puede adaptar, aunque sea mínimamente, y conseguir no sólo llevar una mejor calidad de vida, sino llevar una vida, la que tú quieras.
El truco es marcarse metas pequeñas, no porque creáis que no podéis conseguir algo grande, sino porque toda victoria sabe mejor cuando se consigue poco a poco y saboreándolo de verdad.

Y no pienso acabar aquí. En septiembre volveré a la universidad, a hacer lo que más me gusta, estudiar biología. Y no importa las complicaciones que surjan por el camino porque no hay nada más fuerte en esta vida que las ganas que tiene una persona, que se aferra a la vida con uñas y dientes, de hacer realidad sus sueños.