domingo, 30 de diciembre de 2012

No te hagas llamar hombre si no conoces a Johnny Cash.


En momentos como este echas de menos el amor.

Das vueltas en la cama, te enredas en la sábana, la manta se descoloca, el edredón cae hacia un lado y resoplas. Echas de menos las noches mágicas, esas en las que dormías plácidamente y en paz. Recuerdas las palabras bonitas, los ánimos y los mimos. Baños de espuma con música de fondo, paseos largos e ir a oler la fruta recién descargada en el mercado. Echas de menos esa sonrisa…

Porque nadie te conocía tan bien. Y es que, ¿quién te va a querer sino tú misma? No echas de menos que nadie te de la mano. No necesitas que nadie te diga que estás guapa o que puedes con todo, sólo necesitas estar convencida de ello.

Cuidarte y observar tu cuerpo. Mirarte al espejo desnuda y quererte. Hablo del amor más esencial y necesario, hablo del amor y el respeto hacia uno mismo. Cuando te levantas con fuerza cada mañana para ir a clase. Cuando disfrutas yendo al mercado a cargar el carro. Cuando el simple olor a masa horneándose hace aflorar una sonrisa, esa que tanto echabas en falta.

La seguridad en uno mismo hace que nos mostremos al mundo de una forma clara, esta soy yo: con mis cicatrices, mis tatuajes, mis piercings. Mi sonrisa, mi cabezonería, mi risa, mis miedos, mi paciencia, mi fuerza, mi humor inestable y mi, más que discutible, salud. Pero, a quién voy a mostrarme si no soy capaz de mirarme al espejo y creer en mí.
Podemos estar más, o menos, perdidos. Podemos tener miedo o no saber qué hacer, pero, aun con todo eso, resultará más fácil si creemos que seguiremos adelante con las decisiones que tomemos y que nos defenderemos siempre a nosotros mismos.

En el mundo ya hay mucha gente que nos hará dudar sobre cómo actuar o qué sentir, pero no dejéis que nunca nadie os haga dudar sobre vosotros. Sobre lo grandes que sois. Porque todos cometemos errores y ello no significa que seamos peores. Quizás simplemente no se han parado a observarse frente a un espejo, y, hasta que no lo hagan, no sabrán observar a los demás.

Cuídate, quiérete, respétate y sobretodo…¡¡diviértete!!

lunes, 17 de diciembre de 2012

Your body was black and blue


¿Por qué no podemos aprender de alguien como Pipo?  Si lo observamos veremos que no tiene complicación ninguna. Es un ser simple que vive preocupado por su pelotita, por las caricias de su mami y por correr detrás de las hojas llevadas por el viento. No piensa en nada.
Oh, qué bonito sería no pensar. Eso es lo que deberíamos aprender de Pipo. A no pensar. ¿Por qué nos esforzamos por complicar las cosas con lo fáciles que podrían resultar? Si no quieres estudiar, no estudies. Si quieres dormir…¡duerme! Si te apetece saltar pues te vas con Pipo abajo y te pegas dos saltos de esos que hacen crujir la rodilla.
¿Por qué aparentar que se quiere ser normal, si lo que nos apetece es hacer el subnormal?
Nos pasamos la vida creyendo que debemos tener sueños, que debemos tener aficiones. Todo porque así nos educan. Nos hacen ver que tener hobbys es mejor, que estudiar una carrera es mejor. Pero quizás, después de un tiempo (bien largo) dedicándote a estar en un sofá medicándote esperando lo inesperado, tus sueños cambien sin darte cuenta. Puede que te plantees si lo correcto verdaderamente lo es o a ver porque sentarte en un banco a ver pasar la vida no puede ser una afición.
No os asustéis, no voy a dejar la carrera y ¡mucho menos dejar de cocinar! Sólo digo que las ilusiones cambian y no siempre se mantienen los mismos sueños ni aficiones. Que no tengáis miedo a decir: ¡pues resulta que ya no me gusta tanto eso de las matemáticas oye! Y además el pimiento ya no me gusta…
Las personas cambian con el tiempo, la vida cambia con el tiempo (y menos mal) y lo normal es evolucionar con ella.
Ciertamente, no os voy a engañar, me encuentro un poco perdida en el tema de vivir. No sé bien si lo supuestamente correcto es lo adecuado para mí en este momento o si debería hacer más el subnormal, que es lo que me llama más la atención ahora mismo. Sea lo que fuere el caso es que lo mejor es pensar menos. No dejar que nos dominen nuestros “súperyo” exigentes y dedicar más tiempo a observarnos y escuchar qué nos pide nuestro cuerpo. Porque al fin y al cabo él marca el ritmo.
No tener miedo a admitir que no nos gusta la normalidad y dejar de intentar aparentar y simplemente SER, que hoy en día, ya es un trabajo bastante costoso.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Quiet little voices, quiet little monsters


De nuevo aquí, de nuevo.
Pensamientos y recuerdos que atacan durante la noche y acompañan la tenue luz de unas bombillas blancas colgadas en una pared negra. Canciones que mueven tu corazón hacia lugares más bellos, hacia momentos mejores que este. Tambores que retumban en tu cabeza y que traen consigo gritos, rabia, nostalgia y dolor. Los momentos más intensos de una vida pueden vivirse en la soledad de una cama demasiado grande.
A falta de poder siquiera ponerme de pie muevo los dedos de los pies, cierro los ojos y me voy. Me voy al olor a tostadas, me voy al sonido del mar, a la piel de gallina al salir del agua, me voy al sabor a pera, a las miradas y a las palabras no dichas, a los besos por las mañanas, al viento en la cara, a las caricias, me voy a hundir los dedos en la arena y al sabor a sal en los labios. A gritar bajo el agua. Me voy a donde nada duele y donde duele todo. Me voy.
Las sensaciones nos mantienen vivos, el miedo, la felicidad, la frustración, el amor, la morriña…incluso el dolor de una rodilla pueden estar ahí para mantenerte despierto. Para que no te duermas y no olvides seguir intentando ponerte en pie. Nadie dijo que el trayecto fuera agradable o fácil, pero qué coño, al menos hay trayecto.
 Ya sea sólo o en compañía, quieras vivirlo o no, seguirás recorriéndolo y descubriendo sensaciones nuevas que irán dejando pequeñas marcas en ti. Puede que unas vayan de una axila a otra y otras, en cambio, no se vean. Dejarás tus huellas. Tal vez no consigas dejar nada de ti, nada que sea parte de ti, pero sí tu recuerdo, tus ideas y tus palabras. Palabras que dejarás escritas y dichas para que el mundo las sienta como tú. Para que el mundo no las olvide nunca, para que no te olviden nunca.
Habla, escucha, siente, perdona, ama, ríe y llora. Vive.



http://www.youtube.com/watch?v=DLj1eTSsnn8

jueves, 13 de diciembre de 2012

Adáptate o púdrete


Siempre me he negado a aceptar mis limitaciones a la primera. He preferido insistir un poco más antes de decidir tachar nuevas cosas de esa dichosa lista de tareas que no puedo realizar. Pero últimamente no tengo mucho problema a la hora de eliminar por completo acciones de mi vida diaria. ¿Quizás me estoy volviendo una conformista? ¿Aquello que más odio?
Hay mucha gente que sostiene que conformarse es parte de lo que llamamos “vivir en paz”. Conformarse con lo que se tiene porque si no te exiges más no fracasarás. Pero, ¿y el triunfo? ¿Dónde está la posibilidad de superación? Yo cocino durante seis horas seguidas y mi rodilla izquierda multiplica por seis su tamaño. Me paso todo el día siguiente encamada a base de adolonta y pensando lo bien que quedaron presentados los cupcakes de dulce de leche y que igual podría haber hecho unas flores más, bueno, puede que mañana si me levanto temprano…Puede que si me levanto temprano y ordeno la mesa del salón para poder cocinar y decorar sentada mi rodilla sólo multiplique por dos su tamaño, ¿puede?

Si me conformara dejaría de cocinar, dejaría de pasear con mi perro, dejaría la cámara porque me cuesta horrores hacer fotos en modo manual con este temblor de manos. Dejaría las pocas cosas que consiguen sacarme una sonrisa, aunque a veces sólo sea internamente. Así que, ¿por qué no adaptarse? Luchar un poco más, porque esta vida no se acaba de momento, pero como machaca…

Coger una silla para cocinar, intentar cargar con el trípode y usar el autodisparador para estabilizar la cámara, entrenar a Pipo para que aprenda a ir a mi ritmo y me conozca mejor…adaptarse o pudrirse. Es lo único que importa. Da igual si estudias, si trabajas o si te sientas en el sofá todo el día. No importa, pero hagas lo que hagas tienes que haberlo intentado primero. No importa el final del camino, sino el trayecto.

Llevo desde las diez con dolor y Pipo vomitando por el piso. Pues aprovecho el tiempo despierta y os cuento cosas como esta, que rondan mi cabeza después de tres tandas de calmantes.

En la vida no hay que conformarse. Hay que aceptar las limitaciones y adaptarnos a ellas, pero no abandonar las cosas que nos gustan o nos importan porque alguien diga de buenas a primeras “no puedes” o “no deberías”. La vida está llena de “podrías” y hay que aprovecharlos. Mañana podría ir hasta la universidad caminando con Pipo y tumbarnos en el césped. Podría quedarme en casa con la pierna en alto y comer macedonia de frutas, podría invitar a mis amigos a comer o también podría hacerlo todo. Tal vez tenga que descansar en el césped más de lo normal, que lavar la fruta con lejía antes de comerla y es posible que tengamos que comer kebap mientras tengo la pierna en alto, pero algo haremos, ¿no?

Nos adaptaremos a lo que venga por sobrevivir a esta “rara, brava y corta vida loca”